11. El extraño fusilamiento del Sargento Melchor

1.12.2006


Cuando advertí que las mulas dejaban de conferenciar y venían a buscarme, me dirigí a mis hombres y les dije:
-Prudente ahora miedo sentir no sería. Pero caca en los pantalones hasta del más valiente Jedi puede haber -
Los soldados me miraron consternados, sabían que iba a ser fusilado pero no entendían una sola palabra de lo que les decía. El capitán Felipe se había puesto blanco como el papel. Sadosky estaba serio y pensativo pero no levantaba la vista del suelo. Gómez y Carrizo cruzaron dos o tres palabras en castellano.
De todos ellos, el único que parecía haberme entendido era Jack el pulgoso. Mirándome a los ojos, dió un paso adelante, se quitó su casco de invisibilidad parcial y me preguntó:
- Señor, usted tiene un plan ¿verdad? -
- Decirle eso imposible para mi es, ya que mi cerebro tembleque gelatina parece -
Jack el pulgoso entrecerró los ojos y me sonrió como un lunático.
- Entiendo Sargento, nos está hablando en clave. ¡Muy inteligente de su parte!. Quiere que nos mantengamos alertas hasta que nos dé una señal. Por supuesto. Cuente con nosotros Sargento - Jack terminó la frase en un susurro. Ya las mulas se habían acercado al grupo y repartían empujones y culatazos para llegar hasta mi. Mientras era arrastrado fuera del círculo pude leer en la expresión de ese hombre una devoción que rayaba peligrosamente en la locura. Jack el pulgoso siempre había sido un chupamedias conmigo, cosa que siempre me había molestado. Pero dadas las circunstancias contar con su apoyo incondicional me reconfortó. Pensé en todas las veces que lo había tratado mal, en todas las veces que lo había mandado a la cabeza de misiones peligrosas con la esperanza de librarme de él, y una sombra de culpa me nubló el corazón. Quise darle las gracias como último gesto.
- Jack! - Lo llamé.
- Si Sargento? -
- Visnú es uno, y aún así, es sin duda omnipresente. Mediante su inconcebible potencia y a pesar de su única forma, el está presente en todas partes, tal como el sol aparece en muchos lugares al mismo tiempo -
Aunque de la boca para afuera mis palabras carecían de sentido, Jack el pulgoso pareció interpretarlas a la perfección.
Como si hubiera sido tocado por una revelación fantástica, asintió vigorosamente y sus ojitos brillaron con tal intensidad que temí que sus últimos restos de cordura se esfumaran ahí mismo. Lo último que vi de él fue como intercambiaba opiniones con el resto de mi maltratado batallón.
Mis captoras me arrastraron hasta el borde del precipicio en donde se hallaba el ejército independiente Mula-militar. Por encima de un tumulto de orejas puntiagudas, la gran mula impronunciable impartía órdenes y señalaba más allá de los picos de las montañas como queriendo señalar la importancia del factor tiempo.
Cuando me arrojaron a sus patas se me quedó mirando un momento con el semblante fijo.
- Tiene algo que decir en su defensa, Sargento? - Preguntó.
- Que la fuerza esté contigo -
- Oh Déjese de idioteces!. Lo he estado observando desde hace un rato y me he convencido de que está loco como una cabra. Como podrá darse cuenta hemos estado debatiendo que hacer con usted, y tras algunas diferencias, hemos decidido fusilarlo. Lo mejor va a ser que se pare bien al borde para que la fuerza de los disparos lo arrojen directamente al precipicio. Comprenderá que de esa manera nos estaremos ahorrando el problema de esconder su cadáver. Ahora bien; Prepárese, en unos minutos todo esto habrá terminado y ya no podrá importunar a nadie -
Mientras el pelotón de fusilamiento se aprestaba a cumplir con su parte, me asomé al precipicio y traté de divisar alguna esperanza. Las esperanzas se veían más bien diminutas unos cientos de metros allá abajo.
- Le he preguntado si tiene algo que decir Sargento, no desperdicie la oportunidad de morir como un hombre - La gran mula impronunciable se mostraba ansiosa por terminar con el asunto. A su costado, una fila de doce androides me apuntaban con el pulso firme.
En esos dramáticos segundos recordé las palabras de Jack el pulgoso, Quiere que nos mantengamos alertas hasta que nos dé una señal. Por supuesto. Cuente con nosotros Sargento.
Y decidí jugarme el todo por el todo.
- Nada que decir en mi defensa tengo, pero fumar un cancerillo mi último deseo es -
La gran mula impronunciable revoleó los ojos con fastidio.
- Está bien, Sargento. Pero hágalo rápido, por el amor de Bush -
Era mi oportunidad.
Fingiendo buscar el atado de cancerilllos palpé la superficie cromada del micropreguntador y sin dudarlo oprimí el botón de encendido.
Pasaron unos instantes sin que nada ocurriera, y luego, cuando ya empezaba a creer que me había equivocado y que realmente había accionado un encendedor, empezaron las preguntas. Miles de ellas, a todo volumen y a toda velocidad, sin dejar espacio para pensar una sola respuesta, convirtiendo cualquier intento de razonamiento en un puré baboso de horror y caos.
¿Quiénes son ustedes?¿Por qué caminan en dos patas?¿Creen en la existencia de Bush?¿Alguna de ustedes ha fumado marihuana?¿Qué es el amor?¿Cuál es la raíz cuadrada de 24500?¿ Existe la verdadera felicidad?¿ A cuantos kilómetros por hora debe correr una mula para llegar a Bay-Ketina el miércoles por la tarde?¿Café con o sin azúcar?¿Son ciertos los rumores acerca del presunto romance entre el Cabo Sadosky y la mula RT-ZTYRZX?¿Por qué sus nombres son tan difíciles de pronunciar?¿Quién está ganando la guerra?¿Por qué se autoproclaman ejército independiente cuando en realidad dependen del Hexágono?¿Nictitantes o Himenópteros?¿Qué carajo es un Jedi?¿Nadie piensa responderme? ¿Es porque hablo muy rápido verdad? Por qué a esa mula le entraron convulsiones?¿Cuál es su comida favorita?¿Que cosa se llevarían a una isla desierta?¿Alguien sabe como apagarme?¿ Porqué se suicidan las ballenas?¿Sexo sin amor o amor sin sexo?¿Me parece a mi o aquella mula se acaba de arrojar por el precipicio?¿ Cual es la capital de Nueva Venezuela?....
El micropreguntador estaba cumpliendo con su objetivo, en un primer momento las mulas se habían mostrado sorprendidas y no atinaron a dispararme, luego solo fue cuestión de tiempo. La verborragia imparable del dispositivo terminó bloqueando sus circuitos de inteligencia y las dejó bailando erráticamente y chocándose unas con otras.
En medio de la tormenta de preguntas me escabullí del pelotón de fusilamiento y corrí hacia el puente colgante. A mis espaldas, la voz de Jack el pulgoso arengaba a mis hombres a recuperar el control.
Todo sucedió en pocos segundos. En mitad del puente una de las tablas se quebró bajo mi peso, oí un chasquido seco y caí limpiamente al vacío.
El grito que salió de mi garganta eclipsó la jerigonza del micropreguntador que desde el bolsillo de mi pantalón seguía dando rienda suelta a su curiosidad.
¿Estamos cayendo verdad?
¿Siempre se pone así de pálido en éstas situaciones?
¿A esto se refería Newton cuando hablaba de la ley de gravedad?
¿Qué tan lejos estaremos del piso?
¿ Usted cree en la reencarnación, Sargento?



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Nombre: Ariel S.Tenorio
Ubicación: Gral Pacheco, Buenos Aires, Argentina

Escritor de Ciencia Ficción, Terror y Humor Negro. Por descarte, Poeta. Perseguidor de gente inocente con elementos contundentes y ambiguas intenciones. Maestro en el arte de la incostancia. Cinta negra de Karaoke y entrenador vocal de Karate. ¿Que más se le puede pedir al olmo?